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La puntualidad es mucho más que cumplir un horario

Vivimos en una sociedad cada vez más monocrónica. Es decir, enfocada a la productividad, rigurosa en la administración del tiempo y en el cumplimiento de plazos.

La zona mediterránea y Latinoamérica son de tendencia policrónica: el tiempo es «elástico»; los plazos, agendas y horarios son aproximados (no para cumplirlos estrictamente); se priorizan las relaciones personales a la productividad. Por ello las conversaciones suelen ser más largas y no van tan directamente al tema como en la cultura anglosajona, por ejemplo.

La globalización, una economía internacional dirigida por los países más monocrónicos hacen que se imponga la idea de que el tiempo es un bien escaso y que siempre tiene que ser productivo y bien aprovechado. El tiempo perdido no se recupera jamás.

Esto afecta a todos los ámbitos de nuestra vida: también a la parte del ocio y relaciones sociales. Y la idea de puntualidad en nuestra sociedad va cambiando. Lentamente, pero va cambiando.

📌 Hasta hace muy poco, en España, existía la posibilidad de llegar a una reunión en «segunda convocatoria». ¡Qué escándalo!

📌 Y todavía hay quién atrasa el inicio de un evento «por cortesía» a los que llegan tarde, castigando a los que se han levantado antes y han pagado un taxi para llegar a la hora indicada.

Cada cultura y cada individuo se comporta según su concepto del tiempo y, como explico en el vídeo, esto dice mucho de cómo percibe el mundo y las relaciones, el estatus, el trabajo o la comunicación.

Por eso, la puntualidad es mucho más que respetar un horario: es dar valor a tareas, comprometerse con un equipo, respetar a las personas.

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