Es una desagradable experiencia saber que te enfrentas a la atención de un público sin tener control del espacio, de tus movimientos, de tu voz… incluso de tus pensamientos.
Recuerdo las primeras veces que hablé en público. Era como entrar en otra dimensión, perdía conciencia de mí misma, tal era el miedo que sentía… Y sólo veía pasar por delante de mi vista el texto que tenía que “soltar”.
Era una total desconexión con el entorno y lo peor, lo lejos que me sentía de las personas que asistieron al acto.
Agarrotada, rígida como un autómata, como si me hubieran puesto allí desde una grúa.
Por suerte, esto cambia con el tiempo. Y llega el 𝙢𝙤𝙢𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙢𝙖́𝙜𝙞𝙘𝙤 de la absoluta simbiosis entre tú y tu audiencia. Eres parte de la escena, más que esto, la llenas, la transformas, la dominas.
¿Cómo conseguir este momento de conexión absoluta?
👍🏻 Dominando el tema que tratas, por supuesto. Pero no es suficiente.
👍🏻 Sintiendo tu cuerpo y tu voz como parte del mensaje.
👍🏻 Entregándote a tu público en lugar de anclarte en tus miedos.
👍🏻 Aceptando que no tienes que comunicar de forma perfecta sino humana.
👍🏻 Sintiendo el “diálogo” con tu público y no esforzándote en exhibir un gran monólogo.
Para conseguir todo esto necesitamos ACTITUD, PLANIFICACIÓN y ENTRENAMIENTO DE HABILIDADES.
Se puede adquirir tranquilidad con la práctica. Las “tablas” nos dan seguridad. Pero hay una metodología de preparación, unas técnicas de persuasión y un dominio del lenguaje corporal que pueden acelerar el aprendizaje y mejorar rápidamente los resultados.
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