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Robots humanoides y la comunicación

¿Estamos a las puertas de una sociedad mixta de robots humanoides y “personas humanas”? Los robots ya nos están librando de trabajos mecánicos, rutinarios, peligrosos o pesados en las industrias. También están entrando en las empresas de servicios y en los hogares. Es una buena noticia, aunque esto pueda resultar inquietante para muchos. Lo que quizás tendríamos que examinar a conciencia son las consecuencias de la proliferación de un tipo de robot que se instalará en nuestros equipos de trabajo y en nuestros hogares. Un robot que acabará siendo uno más de nosotros: el robot social.

Como siempre, el peligro no está en la herramienta sino en su uso.

En el lado positivo, se está investigando y con buenos resultados, la posibilidad de que estos “seres” sociales participen en las terapias para niños con autismo, ayuden a personas con alguna discapacidad física o intelectual, interactúen con personas con Alzheimer, etc. Esta es sin duda una de las valiosas y esperanzadoras aportaciones que está realizando la robótica.

Los robots sociales, además, con su uso generalizado nos ayudarán en las tareas domésticas, nos recordarán la toma del medicamento, nos alertarán de que hay movimientos sospechosos en la casa o nos avisarán de que hace demasiado tiempo que la abuela no se ha levantado de su butaca.

Pero no serán un electrodoméstico más.

Hasta ahora, neveras y tostadoras no han podido conversar con las personas adaptándose a su estado de ánimo o a sus intereses. Y hay que admitir que su aspecto, frío y funcional, no nos ayuda a verlos más allá de su categoría de “aparatos”.

Con las nuevas máquinas, en cambio, tendremos la posibilidad de interactuar como si de humanos se trataran. Según algunos expertos, en un futuro muy próximo, nos resultará difícil distinguirlas de los seres humanos. No solo en cuanto al aspecto sino también por el comportamiento.

Pero para que podamos mantener una relación “social” con estos sofisticados robots, tienen que parecer humanos.

Los dos requisitos básicos para conseguirlo es que tengan apariencia humana y puedan comportarse de manera que puedan “integrarse” en el grupo en que habitan. Y para ello, como los humanos, tiene que comportarse según unas pautas sociales compartidas con el grupo. “El robot social es aquel que «usa reglas sociales para que sientas apego por ellos» dice Jordi Albó, director de Everis, profesor de robótica en La Salle de Barcelona e investigador.

Pero, ¿Pueden llegar estas máquinas a comportarse como los humanos de manera creíble? ¿Qué habilidades necesitan desarrollar para interactuar de manera que acabemos olvidando que no son humanos?

Apariencia y conducta no verbal

Lo importante para que el robot social vaya entrando a formar parte de la “familia” es que tenga aspecto antropomórfico y con movimientos similares a los humanos. Que de alguna manera nos recuerde a nosotros mismos. Ya son realidad robots réplica de su propio creador. El aspecto de un robot humanoide se puede diseñar a medida, aunque de momento tener un robot a imagen y semejanza solo es asequible para bolsillos privilegiados. Los demás, podremos adquirir un modelo “prêt a porter”.

El parecido con sus dueños, copiando los rasgos físicos de la estirpe, es uno de los primeros pasos para socializar a estos robots. Pero la ciencia, la tecnología y la industria son más ambiciosos.

Uno de los retos es conseguir que los robots puedan entender las emociones de sus amos, para adaptarse a ellas y responder adecuadamente. Por ello, la analítica de las emociones es la vía fundamental de estudio del comportamiento. A través del lenguaje corporal, el tono de voz o las palabras, el robot podrá descifrar los mensajes de sus “familiares”. Además de lo que digan con las palabras. Y es probable que llegue el momento en que sean más hábiles que muchos humanos para entender la ironía o para detectar engaños.

Así que la capacidad para interactuar de manera eficaz y creíble con nosotros nos puede llevar a la ilusión de pensar que los robots tienen emociones y son seres humanos. Pero solo es una ilusión.

Aquí está otro de los retos a los que se enfrenta la humanidad: educarse para interactuar con los robots humanoides. No ceder a la tentación de preferir a una máquina programada a uno de nuestros congéneres. Porque puede pasarnos pronto que sea más fácil convivir, tener sexo y amar a un robot que hacerlo con nuestra pareja.

Por otro lado, en este empeño por “humanoidizar” a las máquinas, se me ocurren muchas preguntas acerca de cómo desarrollarán los científicos las habilidades de los humanoides y de cómo estas nos pueden influir.

Robots sociales y comunicación

  1. Se les dotará de la capacidad de expresión imitando el comportamiento humano. ¿Qué lenguaje no verbal tendrán como referencia? ¿Se seguirá manteniendo entre los humanoides la clásica distinción entre hombre y mujer? ¿Se les dotará de un lenguaje no verbal con marcas de género?
  1. Cada cultura tiene sus pautas de conducta social y un repertorio de gestos propio con un significado particular. ¿Tendrá que programarse el comportamiento de los robots en función de la cultura a la que van destinados?
  1. No es descabellado pensar que cambien nuestra forma de relacionarnos igual que lo está haciendo ya la tecnología de la comunicación en la actualidad. ¿Influirán en nuestra conducta los comportamientos programados de los robots?
  1. Una de las tareas que previsiblemente realizarán será el cuidado de los niños. ¿Cómo influirá en nuestros retoños el modelo comunicativo que imitarán de estos “padres adoptivos”? ¿Qué impacto emocional puede tener en las nuevas generaciones la relación con los robots? ¿Podrán sentir apego por ellos?

Al final, la clave de todo está en la capacidad de estos robots humanoides para entender los lenguajes humanos. El significado de la palabra, los matices de la voz, los mensajes no verbales. Para captarlos y procesarlos y convertirlos en respuestas plausibles para el humano.

En esta evolución de los robots sociales tiene un papel protagonista el estudio del comportamiento no verbal. Cuánto más avance su estudio en los humanos, más cerca estarán los científicos de reproducirlo en sistemas artificiales. Y se puede dar la paradoja de que los robots humanoides tengan mucho más control de la comunicación que los seres a los que imitan.

Este artículo fue publicado en Createch540º en julio de 2017.

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